Marinero

Puedo escuchar la esperanza y sentir la eternidad,
abrir los ojos y creer en mi sino,
darse cuenta a mitad del camino
que la necedad invalida, ensordece y ciega.

Y apresado en las garras de la contingencia,
resisto las embestidas del azar,
pues solo la libertad es capaz de salvarme
de las tempestades de la mar.

No cederé mi voluntad al capricho
de los astros errantes que trazaron el firmamento.
Protégeme mi dulce esperanza,
pues solamente soy un marinero sediento.

Valor y firmeza imploro al tiempo,
pues anhelo volver a la orilla y dibujar,
los errores que se llevó el viento
tan necesarios para volver a caminar.

















Hoy llora el sol.
De sus rayos caen lágrimas de lava;
quemando, abrasando, arrasando
todo a su paso.
Y no se sabe por qué...
Mientras tanto, sus lágrimas llegan a la tierra
devastando ciudades enteras.
Y siguen sin saber por qué...
La humanidad no comprende,
refugiados viven, ignorantes perecen.
Alguno al menos se preguntó:
«¿Por qué llora el sol?».
Y de repente un poeta surgió
invadido por las musas escribió:
«La luna se esconde
cuando aparece el sol,
por eso el sol llora,
por eso llora el sol».
Las horas iban pasando
y el sol seguía llorando,
ciudades enteras se fundieron,
y los bosques se extinguieron.
La luna se asomó,
y no entendió nada.
Decide firmemente
visitar al sol al día siguiente.
Y eso fue lo que pasó,
la luna visitó al sol:
«¿Qué es lo que ocurre?».
Preguntó la luna.
«Con mis rayos quisiera mimarte
pero la Tierra siempre está delante».
Sollozó el sol.
«Deja de llorar amor mío,
si destruyes la Tierra
nunca podré orbitar,
y no habrá hombre en la historia
que nos vuelva admirar».
El sol comprendió y dejó de llorar.
La Tierra se pudo salvar
y desde entonces
la humanidad llamó a este evento,
el gran eclipse solar.





















Para nada es grande,
es un simple tendedero
con sus alambres y patitas metálicas
como otro cualquiera y sin embargo,
nunca llegará a ser un simple tendedero.
Sirve para lo que sirve;
tender y poco más.

Mi tendedero es personal
digamos e incluso especial,
pues no solo tiende mi ropa sino
también todo lo que ella soporta.
Por ejemplo: los kilómetros y kilómetros
recorridos por mis calcetines,
que me acercan cada día el horizonte
o los calzoncillos, que evitan la vergüenza ajena
o los vaqueros, que jamás dejan de luchar por mis sueños,
cuesten lo que cuesten.

Esos sueños siempre custodiados
por mis guardianes de algodón durante la noche,
siendo para mi lo más importante:
mis camisetas y sus colores,
pues me definen día tras día:
para cuando estoy triste o alegre,
apático o anhelante, eufórico o angustiado.

¿Y las camisas? Galantes camisas lisas
o de cebra que me regalan una apariencia
de lo que nunca quiero ser.
Por eso os digo que no es un tendedero cualquiera;
tendidos quedan mis éxitos y fracasos
o lo que es lo mismo, mi vida entera.
Y sirve para lo que sirve:
para tender y poco más.




Lo primero que puso fue la luz
que se colaba por algún agujerito
situado al este de la bóveda celestial,
esa doble dualidad física
permitió filtrarse también
por aquel agujerito
el suave calor primaveral.
Segundos después, nuestro albañil
comenzó a poner los ladrillos,
uno a uno y otro tras otro
para levantar todos los refugios
que un día proclamamos nuestro hogar;
más grande para unos pocos
y chiquito para los demás,
el demiurgo lo tenía todo anotado
para que no hubiese sorpresas al despertar.
Sin descanso, fue poniendo también
las carreteras, grises y amargas,
para unir todos los espacios distantes
y amasarlos en uno simple y especial;
sobre todo si uno sabía esperar.
Los arbolitos fueron anclados al suelo 
para dar oxígeno y sentido a la ciudad,
los jardines y las flores cantaban
que la primavera había llegado ya.
Se alzaron los barrotes oxidados
que dibujaron las estaciones de tren,
los trenecitos que se mantenían a la espera
ahora ya pueden correr.
Y en la lejanía se podía distinguir
a los perros corriendo y jugando
a la caza de las palomas y mariposas
pues los insectos y las aves
fueron puestos también.
La belleza surgió con el amanecer
las faldas y los tacones y los perfumes
llevaban a las muchachas,
dejando rastros para las miradas
y miradas que seducían los corazones.
Aquel demiurgo soñador fabricaba
cada día una nueva realidad,
totalmente distinta a la de ayer
y para nada tenía que ver
con aquella que se erguirá mañana.
La ciudad ya estaba levantada
lejos de los curiosos y los poetas
que pretendían espiar sus movimientos
cuando las aceras no estaban puestas.
El demiurgo trabajaba solo
y no le gustaba que nadie lo distrajera,
por esa misma razón abrimos los ojos
cuando las aceras ya están puestas.
Todo abarcaba una sola mirada,
la luz y las carreteras y los perritos
y las aceras y las chiquitas y los arbolillos
y las mariposas y la primavera.
Consumido por el tiempo
y sorbiendo de mi taza de café,
pensé que todo cabía en una sola mirada
y estos versos también.











Estrofas de amor (Primera parte)


I

Linda es tu mirada
que mis ojos hechizan,
linda es tu mirada
que mi corazón resucitas.

II
¡Dejad a este pobre romántico desfallecer!
Pues este no es su momento;
tardío fue su nacimiento
y temprana será su hora de perecer.
¡Dejad al moribundo de amor!
Morir entre flores de ilusión,
porque su mayor deseo
no es otro, que subir al cielo
y encontrar la mitad
de su extraviado corazón.










Madrigal de la luna
¿recitarán las estrellas fugaces
tus versos incapaces
de perecer en los tiempos de ayuna?
Madrigal de la luna
los hechizos deshaces
entre los espejos de la laguna
para que el hombre escuche en la comuna
tus cantos sin reproches.
Y en la luz del sol yaces
para vivir la noche con fortuna
embriagando a los cobardes y audaces
con el vino que a el espíritu enruna.
Madrigal de la luna
¿recitarán las estrellas fugaces
esta noche, tus versos incapaces
de perecer en los tiempos de ayuna?
















Aún sigo perdido
en las viejas historias del ayer.
Solo una cosa pido;
de nuevo quiero ser
aquel caballero que nunca he sido.
Y si al anochecer
percibes el canto del ruiseñor
y a la luna envolver
con dulzura y amor
tu mirada, no temas, vuelve a ver
y verás que el pasado
es justo contigo y sabio conmigo.
Nada puede estar dado
en el tiempo si digo,
que nuestro destino, aún no está ligado.
Si aún camino perdido
en las viejas historias del ayer,
solo una cosa pido;
no dudar, no temer
por aquel caballero que no he sido.













Para el arpista Víctor Santal.

Si el héroe amase el canto del arpa
al son de las notas danzaría Tizona,
borrando la sonrisa socarrona
de la muerte y su negra zarpa.
Se alzaron los reyes para escuchar
al arpista de los Jardines de Sabatini.
Los pájaros callaron y también los guiris,
cediendo al arpa su momento para amar.
De la viva efigie de la intolerancia
juzga la historia desde la distancia.
Sin embargo, los últimos rayos del sol
fundieron culturas y razas en su crisol.
Ni los temibles conquistadores cristianos
pudieron doblegar los impíos corazones,
como hizo el arpista con sus cuerdas y voces
a la luz de la luna de todos los veranos.
Las notas celestiales adornaron Madrid
vistiéndola con amor; la dulce armonía,
hechizando al turista y al bravo adalid
vencidos por su majestuosa poesía.











Estrofas de amor (segunda parte)


III

Quisiera ser más fuerte
y tan alto como la luna,
para coger de ella
un trozo de ternura
y dártelo con mis manos,
con el corazón abierto,
para que puedas entrar
y dejarme allí tus besos.


IV

Aun habiendo conquistado
y obtenido el botín, algo me falta,
no como guerrero en una guerra
sino como poeta en un poema.










Si yo fuera...

Camino para tus pies, sería
ancho y largo sin dudar,
norte y sur para elegir o bien
todas las direcciones para soñar,
atravesando ríos y valles o buceando bajo las montañas siendo
bandera de todos:
roja y blanca, símbolo de la inocente belleza
ilustrada por sus hermosas
aves y sus frondosos bosques y su infinito mar y cielo.
Si yo pudiese ser...
Mirador de miradores de obstinada vista
que reposa en tu luz para siempre,
te describiría como mereces
sin tener que rozar ni retener estos versos.
Tanto que añorar y añorar y añorar
que ojalá la eternidad te guarde bien
querida mía,
porque quiero regresar para volverte a ver
y atesorar para mí y solo para mí
todos tus caminos y valles y montañas
y aves y árboles y el mar y el cielo.
Si yo fuera la eternidad...











Y en la mirada nos encontramos
como se encuentran dos gotas de agua
que caen de los ojos del cielo
acicalando los muros pintados con el alma,
ornando las aceras desdibujadas
que siguen la estela de tus tacones.
Y en nuestros labios nos hundimos
trazando laberintos infinitos
de infinitas cosquillas
que fuerzan la carcajada
narrando la felicidad.
Y en la mirada volvemos a buscarnos
para encontrar aquellos besos
que hacen naufragar nuestros cuerpos.
Mientras tanto las sombras ceden terreno
extinguiéndose en el olvido,
perdiendo su identidad
hasta la llegada de un nuevo sol.















A veces 
me fatiga filosofar,
y dejo de preguntarme
por las pequeñas cosas que se esconden
en la naturaleza, volviéndose triviales.
A veces, 
desfallezco en la política
y dejo de actuar,
las injusticias e insolencias, la ignorancia, la miseria
o la podredumbre, caminan con impunidad.
A veces, 
me ahogo en los versos
y dejo de sentir,
disimulando mis sentimientos entre tonos grises,
olvidando el sabor de las emociones,
los fenómenos se oscurecen
y como la masa, comienzo a morir.
A veces,
simplemente me canso de no-ser,
y entonces comienzo a dudar
y dudando, como un niño pregunto
y preguntando, de nuevo vuelvo a filosofar.












Puedo contar hasta cien
y evadirme de los pensamientos de dolor.
¡Puedo contar hasta cien!
Pero al llegar al noventa y nueve,
mis pesadillas invaden la razón.

Apenado y castigado
a sufrir sin remedio, más el tiempo,
dueño de la situación,
¡ríe y disfruta clavando espinas
al final de cada sucesión!



















Estrofas de amor (tercera parte)


V

Pude comprender que el único lugar
donde no te hallé,
fue aquel que no pude entrar
porque no sabía volar.


VI

En la orilla de tus labios
murió mi soledad.













Oh el otoño...
Maravillosa estación,
caen las hojas al abandono
del viento y el frío chillón.
De los rayos tenues del sol
acarician las ramas desnudas.
A través del eco de su voz muda,
entonan un triste tono bemol.
En la sombra de la alta montaña
cruza el riachuelo de la vida.
En el corazón del poeta entraña
la imagen de la esencia colorida.
El zaino inverno amenaza con su venida.
Lloran las aves la nostálgica despedida,
mientras barre a su paso el níveo blanquizo
que oculta la tierra su marrón cobrizo.















Quiero gritar a los cuatro vientos
y en silencio decir lo que pienso.
Quiero amar y odiar a placer
sentirme vivo y muerto a la vez.
Deseo volar a ras del suelo,
y soñar a la vez con tocar el cielo.
Pienso convertirme en rey absoluto
y en mi reino, ser mi propio súbdito.
Construyo poquito a poco mi mundo perfecto,
fijándome brevemente en los planos de la paradoja.
Y sobre un papel pequeñito e inmenso dibujaré toda mi vida,
sobrepasando el espacio fuera de las esquinas.




















Injusticia se dice cuando no puedes
cumplir tus sueños,
sentirte culpable del fracaso
y odiar todo aquello que engorda
el lastre que has llevado.
¡Qué injustas son las manos que nos privan
volar como volábamos! Tomar
las riendas de nuestro destino y proyectar,
aquellos ideales que antaño elegimos.
Porque el camino no debe ser corto
para quien se atreva a caminar
ni estrecho para quien quiera colmar
de vida, todo aquello que es inerte.
Qué injusta la vida cuando no puedes
ni siquiera mirarte en un espejo,
porque temas que tu reflejo
sea incapaz de ofrecerte algo más bello.














Mira la marquesina,
que todos los días espera.
Tiñe de rojo, clavada en la acera,
esperando al autobús que aún no llega.
A un lado, el supermercado,
al otro lado, la calle mayor.
La marquesina todavía espera,
al autobús que aún no llega.
Junto al hedor del alcantarillado,
empapada la calle de ginebra,
las ratas y los pájaros,
buscando migas para la cena.
El cielo se tiñe de rojo
como la sangre de la acera
y entre cristales rotos,
la marquesina aún espera.















Si los secretos viajasen lejos con el viento
sin duda alguna horadarán todas las fronteras
siendo escuchados por los árboles y las fieras
sellados durante la noche como en un cuento.
Si crees que el mar puede ser seguro; disiento,
porque si una de esas violentas corrientes fueras
que llevasen las botellas imperecederas,
a cualquier playa amada llegará este soneto.
No escribir podría ser la mejor solución
desplumando estos versos su débil existencia
desplumando al poeta su encarnada visión.
¿Pero qué sería un científico sin su ciencia
o de los otoños sin su cobrizo marrón?
¿Una creencia simple o una simple creencia?















Estrofas de amor (cuarta parte)


VII

Bésame si quieres,
pues mis labios tienen sed,
acaríciame si lo deseas,
porque tuyo es mi cuerpo
y mi alma también.

VIII

Tú, princesa de sirenas,
dulce en aguas saladas,
hechicera es tu voz.
Yo, marinero perdido,
en mi barco naufrago,
contigo me encuentro
y embaucado acabo
ofreciéndote mi corazón.







Haikú del momento


1

Corren y corren
arañas y despojos;
el sol decide.

2

Claros y oscuros
tejen mi malestar;
tú y tus mil nubes.

3

Caen las gotas;
la lluvia de tus ojos
por mis razones.

4

Tocan los mocos
los tambores de guerra.
¡Maldita alergia!





Si amaneciera
dejaría que la primavera dibujase
todas las líneas que definen tu semblante,
concediendo a estos ojos grabar en cada instante
la melodía de tu sonrisa.
Si susurrara nuestra canción de nuevo,
¿concederías a mis pies recorrer
cada recoveco de tu corazón?
Te prometo que pasito a pasito moveremos el mundo
tan lejos y tan cerca del origen de nuestros sueños y
tan cerca y tan lejos de aquellos mundos dormidos.
Y en mis horas despojadas de contenido
fui reparando trocito a trocito todos mis recuerdos,
como aquellas intenciones volátiles
que anhelaban aterrizar en tu ventana
o de aquellos labios que supieron a gloria
porque nunca quisieron decirme que no.
Si de nuevo amaneciera
dejaría que la primavera pintase
sus luces sobre tu semblante ya dibujado,
concediendo a este pobre soñador
tus zapatos para este baile,
tus besos para estos recuerdos,
mis propósitos para tu ventana,
tus labios rosados para el vino rosado
y el delirio para mis ojos verdes
que desean grabar en cada instante,
la melodía de tu sonrisa.








No se sorprenda usted al verme solo
bajo un árbol leyendo y disfrutando
de los grandes versos y de la música
de sus rimas y el canto a sus anhelos.
No se sorprenda mi querido abuelo
cuando imprima este encuentro en un papel,
sorpréndase porque al mundo le falte
cientos de poemas, miles de historias
y millones de cuentos.




















Para todas las mujeres que fueron, son
y por desgracia serán,
víctimas de la violencia machista.

Llamamos amor al engaño
y de los golpes pura pasión,
de los moratones nuestro código de barras
o nuestra huella o nuestra devoción.
¿Y eso es amor?
Decimos que el amor es verdadero
y lo verdadero necesita encadenarse
no vaya a ser que salga volando
y la liemos,
porque nadie salvo uno mismo
puede entender o quiere entender
la necesidad de conservar su propio medio.
¿Y eso es amor?
Porque eso es amor digámoslo así,
hacer de la mujer un simple objeto
hacerlo nuestro
y únicamente nuestro,
para señalar su camino
de lo que debe o no debe hacer
sin nuestro consentimiento.
¿Y eso es amor?
Quizá el amor sea la humillación
alimentada por nuestra inseguridad
o el miedo a morir en soledad
o la soledad de nuestro corazón
marchitado por la presión social
de otros hombres también frustrados.
O quizá sea nuestra proyección
de fracasados príncipes azules
porque no haya dragones
ni razones para blandir espadas
ni torres que trepar melenas
ni princesas ahogadas en miserias
esperando su salvación.
¿Y es amor vestir la noche
de llamativos colores y convertirse
en carne fresca
de insaciables cazadores
que exageran sus gestas
mediante piropos sin reproches?
¿Y es amor perseguir a las muchachas
por las oscuras calles de la ciudad
sea broma o sea de verdad
con intención de violar y asesinar?
Dejadme bajar del tren de las vergüenzas
porque no sé a dónde me lleva
ni quiero saberlo,
solamente sé que mi vagón
está lleno de cojones
que necesitan tres asientos
para refrescar sus cobardes intenciones.
Y aunque el destino diga
"directo al amor"
no tengo prisa por llegar
tengo prisa por bajar
y tomar de mis pies
un nuevo camino
que me lleve a ser un hombre
que me defina con dignidad,
sin la necesidad de aborrecer
y esclavizar y maltratar y humillar
y violar y asesinar a una mujer.








Para el pueblo de Palestina
donde los dioses se marcharon
para no volver jamás.

Déjame sentirte
acariciarte
respirarte un último instante,
no me abandones
al calor del plomo
ni al susurro de las cenizas.
Por favor no me repudies
entre las llamas y el polvo
de las ruinas del hombre
y déjame sentirte
con las yemas de mis dedos
una última vez.
¿Acaso me espera otro mundo distante
más allá de las fronteras del odio?
No quiero cruzar las puertas
del cielo sin haber conocido
la bondad, el amor, la belleza o la felicidad.
¿Dónde está el amor de tu mirada
que nos ofrecía el calor
de tu voz ya silenciada?
El dolor me está venciendo,
siento el anochecer de las palabras
y la inocencia desmembrada
por el odio de sus balas.
¿Cuándo perdieron las cosas
su asombro?
¿Cuándo dejamos de sentir
tú presencia?
¿Cuándo hemos rechazado
tus hazañas,
tu impulso y conquista
de todo lo que un día
considerábamos inerte?
¿Cuándo mudó la libertad de piel
para convertirse en un simple espejismo?
Aún no estoy preparado
para dar mi último aliento
en soledad y ser engañado
por la paz de tus besos
y la eternidad de tus gestos,
no conozco tu amor
ni tu sonrisa
ni eso que llaman
melancólicamente
felicidad.
¿Por qué me abandonas
y dónde está tu progenitor
que todo verbaliza
mediante las llamas y cenizas
y las lágrimas de nuestro pueblo
sepultado ahora por su amor?
















Cuando subes al tren
ocurren cosas muy extrañas
crees saber el destino de tus pies
aunque éstos no tengan ojos.
Pones una mano en el fuego
y la otra también y esperas
que los demás hagan lo mismo.
Y cuando viajas en un vagón
de oscuras ventanas
porque la luz tiembla
en la tierra de las entrañas,
tus ojos creen saber
a donde llevan tus pies
sin las certezas que abrigan
al entendimiento.
Mientras tus manos imploran
para acabar ilesas del trayecto,
esperas que el oscuro vagón
de oscuras ventanas
porque la luz tiembla
en la tierra de las entrañas
te lleve a ti también,
justo al destino donde tus pies
creen saber...
Justo al momento
en el que decidiste
subir a ese tren.








Fue necesario un segundo
para mirar por la ventana
el atardecer de los tiempos,
y otro más fue necesario
para sentir que la vida
vivía su desgana
y con desgana soplaba
también el viento
en esta tierra vencida.
A pocos metros de mi mirada,
se dejaron tocar las canciones
por las guitarras del lamento
y por las voces desesperadas.
Corrieron los bemoles ahogados
de la funesta melodía
y su fúnebre acompañamiento
por el río de las elegías.
Otro segundo fue consumido
para divisar aquella llanura
de las palabras sordas
y fijadas por el firmamento,
donde volaron antaño los significados
para perderse por los mares del tiempo.
El amor, la soledad, la agonía,
la tristeza, la melancolía o la felicidad, dejaron de sentirse
al segundo siguiente
condenando al poeta a caminar
por los círculos de la mediocridad.
Finalmente, en un solitario cartel
de madera mugrienta
que jugaba con la putrefacción,
la lejanía de la mirada clamaba:
«Ver y sentir»
a la vez que revelaba una dirección.
Dándose cuenta de su débil existencia
ante las gélidas miradas
y corazones ciegos que lo rodeaban;
siguió clamando un pequeño pasaje
al cielo de los sueños vencidos:
«Solo tenemos dos segundos;
el primero para aprender
y el segundo para olvidar».
Y para no unirme a la banda
de los sinfónicos caídos
ni los poetas mal nacidos,
bajé las escaleras dando brincos
y puse mis pies sobre el camino
esperando que me llevara
hacia los sueños
que no habían sido vencidos.
Poesía
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Poesía

Mi primer poemario publicado en el año 2018.

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