Marzo de 1957

Me duele dentro del útero. 
Tengo todo inflamado y me punza en la parte plana de ambos pies, hace que me enrosque para salir expulsada. 
He tenido sueño todo el día y el hambre me quema la garganta. 
Me hallo bajo el sol tóxico de Santiago, en busca de algo. Cualquier cosa.
Mis padres han muerto. Me quedé sola en la corriente de tierra. 
Ella por una enfermedad nerviosa causada por la guerra neoquímica (poliomielitis). 
El miedo la paralizó y el confinamiento junto a la falta de ayuda provocaron heridas incurables; 
y él, en una de las revueltas del mismo año. 
Había que estar felices porque no se lo llevaron y porque murió solo en la calle. 
Porque pudimos ver su cuerpo. 
En los últimos momentos, cuando ella ya no estaba, se perdía durante días y aparecía golpeado, 
sucio, sangrando en distintas zonas.
Soy sólo una guagua, no puedo llorar. El funcionamiento de este tráfico secreto necesita de mi para establecerse. 
Para mantenernos aquí no hay palabras, no se busca demasiado. Es el castigo por haber nacido en la pobreza. 
No poder parar de caer y callar frente a hombres terribles, solo por miedo a los golpes y perderlo todo después.
Novela poética
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